Evaluar nuestros resultados de estudio

Tan importante como es estudiar es saber evaluar los resultados que estamos obteniendo. Una forma muy pobre es hacerlo meramente con las notas obtenidas hasta ahora, ya que los factores que influyen de un examen a otro son muchos y muy volubles entre sí: cansancio, dificultad de la materia, cantidad de horas estudiadas, preguntas concretas del examen, conocimientos previos de la materia, interés personal…

Por otra parte, si solo nos basamos en las horas de estudio haremos que las sesiones donde no hayamos rendido bien por otros factores valgan más que otras donde a pesar de haber estudiado menos tiempo en bruto hemos estado completamente concentrados.

Una buena autoevaluación afectará directamente al concepto que tenemos sobre nuestra eficacia como estudiantes, mejorando el rendimiento. Solo tenéis que situaros en esos momentos en los que a pesar de
llevar un rato estudiando no dejáis de repetiros que es una pérdida de tiempo, que no va a servir de nada y que no te va a dar tiempo a estudiarlo todo.

Los pensamientos negativos son producto de una pésima evaluación de la autoeficacia, basándonos en un criterio erróneo para evaluarlo que lo único que hará será perjudicar todavía más esas horas de estudio que dedicamos. Si esas horas están contaminadas con este tipo de distracción mental no asimilaremos bien lo que estudiemos, teniendo un mal resultado del cual nos echaremos la culpa por el criterio del tiempo, cuando
gran parte de ella la ha tenido el no aprovecharlo, sintiéndonos todavía peor.

Un círculo vicioso.

Debemos saber premiarnos para poder realizar una autoevaluación correcta. Más tiempo de descanso, permitirnos un día libre, salir con los amigos, cualquier acto que nos guste y nos aleje del estudio el cual ya hemos realizado.

Si nos quedamos solamente con la idea de que estudiar es lo que debemos hacer, el tiempo que no estudiemos lo consideraremos perdido.

Por otro lado no es recomendable aplicarnos autocastigos por no estudiar lo suficiente. Un autocastigo se convierte en una excusa para no estudiar. Una escena muy habitual: viernes, no hemos estudiado y a medida que pasan las horas decidimos que como castigo esa noche no saldremos.

Solo hemos conseguido no estudiar, ya que ese tiempo no lo recuperaremos y será muy difícil que lo compensemos con ese castigo de forma realista.

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